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Fotos, pensamientos, canciones, fragmentos y momentos. Vida.

lunes, 11 de julio de 2016

Domingo 2 de junio. La tregua. Mario Benedetti

El tiempo se va. A veces pienso que tendría que ir apurado, que sacarle el máximo partido a estos años que quedan. Hoy en día, cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: “Pero si usted todavía es un hombre joven”. Todavía. ¿Cuántos años me quedan de “todavía”?

Lo pienso y me entra el apuro, tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre.

Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones), pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, “que nos aferramos a la vida”, la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer.

Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida. De ahí el apuro, el trágico apuro de estos cincuenta años que me pisan los talones. Aún me quedan, así lo espero, unos cuantos años de amistad, de pasable salud, de rutinarios afanes, de expectativa ante la suerte, pero ¿cuántos me quedan de placer?

Tenía veinte años y era joven; tenía treinta y era joven; tenía cuarenta y era joven. Ahora tengo cincuenta años y soy “todavía joven”. Todavía quiere decir: se termina.

Mario Benedetti

Capítulo 67. Rayuela. Julio Cortázar



Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad. Pero esta vez te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización mental, al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera un dolor y fuera el estómago. Y casi a la par (pero después, esta vez no me engañás) se abrió paso el repertorio inteligible, con un a primera idea explicatoria: «Y ahora vivir otro día, etc.» De donde se sigue: «Estoy angustiado porque… etc.»

Las ideas a vela, impulsadas por el viento primordial que sopla desde abajo (pero abajo es sólo una localización física). Basta un cambio de brisa (¿pero qué es lo que la cambia de cuadrante?) y al segundo están aquí las barquitas felices, con sus velas de colores. «Después de todo no hay razón para quejarse, che», ese estilo.

Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.

En ese segundo, con la omnisciencia del semisueño, medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la perfección eterna del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje. Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano.

Antes de volver a dormirme imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto falta o queda fijo o cambia de forma. Ansié la dispersión de las duras constelaciones, esa sucia propaganda luminosa del Trust Divino Relojero.


Julio Cortázar


domingo, 10 de julio de 2016

A veces el futuro es un sueño cerrado... Mario Benedetti










A veces el futuro es un sueño cerrado
y uno arroja la llave al precipicio
el corazón a veces nos despierta a los gritos
y uno se vuelve sordo de ternura.

A veces es preciso que se nos caiga el cielo
para saber todo lo que nos falta
para inventar el surco del insomnio
para quedarse a solas con el mundo.


Casi siempre es la hora de la verdad vacía
sólo cáscara y nada
Dios inmóvil
es el temor recién amanecido 
y ya opaco de veras
ya de veras maldito.

A veces el futuro es una noche sola
y uno gasta la urgencia en llegar y dormirse.


Mario Benedetti

Las huellas digitales. Eduardo Galeano






Yo nací y crecí bajo las estrellas de la Cruz del Sur. Vaya donde vaya, ellas me persiguen. 
Bajo la cruz del sur, cruz de fulgores, yo voy viviendo las estaciones de mi suerte.
No tengo ningún dios. Si lo tuviera, le pediría que no me deje llegar a la muerte: no todavía. 
Mucho me falta por andar. 
Hay lunas a las que todavía no ladré y soles en los que todavía no me incendié. 
Todavía no me sumergí en todos los mares del mundo, que dicen que son siete, 
ni en todos los ríos del Paraíso, que dicen que son cuatro.

En Montevideo, hay un niño que explica:
-Yo no quiero morirme nunca, porque quiero jugar siempre.

Eduardo Galeano

viernes, 1 de julio de 2016

Letanía de un día de invierno
























Día gris, lluvia fina,

Humedad y frío.

Oscuridad impenetrable.

Vacío, duda, insomnio.

Ausencia, distancia, desconsuelo.

Presencia inalcanzable.

Necesidad, sueños.

Deseo impostergable.






Anhelo ...

de abrazos y besos

De sueños y utopías.















De risas infantiles

y alguna golondrina.

Cómplices miradas 

y mágicos momentos











Caricias que dicen

Silencio que nombra

Palabras de vida.












Ternura sin prisa.

Desenfreno y calma.

Simplemente Vida.

Cotidiana existencia











Lluvia, gris y frío, 

un día cualquiera,

O en cualquier momento. 




Silvia G. Redrado