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lunes, 24 de septiembre de 2012

Hachiko. Una historia real de lealtad y fidelidad.





 Hachiko nació en noviembre de 1923 en la provincia de Akita, al norte de Japón. Era un perro de raza Akita, macho y de un intenso color blanco. 

La suerte iluminó a Hachiko cuando a los 2 meses de edad fue enviado a la casa del profesor del departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio Dr. Eisaburo Ueno. El profesor lo llevó a su hogar, cerca de la estación Shibuya, y allí demostró ser un bondadoso y amable dueño. El perro por su parte lo adoraba. 





El lugar de espera de todos los días.

Desde luego, Hachiko no podía acompañar a su amo hasta la universidad. Pero lo que sí hacía era dejar la casa todas las mañanas con el profesor y caminaba junto a él hasta la estación Shibuya.

El perro observaba como su dueño compraba el billete y luego desaparecía entre la multitud que abordaba el tren. Más tarde, Hachiko acostumbraba sentarse en la pequeña plaza y esperaba allí a su dueño quien regresaba de su trabajo por la tarde.


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domingo, 16 de septiembre de 2012

Toda la vida es ahora. Pablo Guerrero

Toda la vida es ahora.
Pablo Guerraro - Paco Ibarra










Arden las hojas en los parques sin luna
rueda el firmamento en el agua.
Dueña del reino de la buena fortuna
toma mi canción más embrujada.

¿Cómo decirte que se aleja una nube
y que tengo miedo a que me abandones?
¿Cómo pedirte que me tengas presente
allá en el infinito de tus constelaciones?

Acércate.
Siento que toda la vida es
Ahora

Llevas los barcos a ciudades sin mares
salvas a los que naufragaron.
Guardas el eco de lo que haya existido
reina paciente de los desamparados.

¿Cómo decirte que desatas la música
que te veo y quiero enamorarme?
¿Cómo contarte que me encuentro perdido
en la belleza de tus soledades?
(1992)

A cántaros. Pablo Guerrero

A cántaros.
Pablo Guerrero


Tú y yo muchacha estamos hechos de nubes 
pero ¿quién nos ata? 
Dame la mano y vamos a sentarnos 
bajo cualquier estatua 
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer 
que tiene que llover 
a cántaros. 
Estamos amasados con libertad, muchacha, 
pero ¿quién nos ata? 
Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio 
preparada tu marcha. 
Hay que doler de la vida hasta creer 
que tiene que llover 
a cántaros. 
Ellos seguirán dormidos 
en sus cuentas corrientes de seguridad. 
Planearán vender la vida y la muerte y la paz. 
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad? 
Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian 
que la siesta se acaba 
y que una lluvia fuerte sin bioenzimas, claro, 
limpiará nuestra casa. 
Hay que doler de la vida hasta creer 
que tiene que llover 
a cántaros. 




Versión de Pablo Guerrero.




Versión de Ismael Serrano.






BIOGRAFÍA DE PABLO GUERRERO

Es un cantautor y poeta extremaño destacado en la transición española.
Nació en Esparagosa de Lares, provincia de Badajoz -España- , el 18 de octubre de 1946. Pablo Guerrero procede de una familia de pequeños propietrarios pertenecientes al sector agropecuario. 
Guerraro va al Colegio Público de su pueblo "Virgen de la Cueva". Su afición por la lectura -sobre todo poesía- comienza desde niño.
Finalizado el Bachillerato en Badajoz, estudia Magisterio en Sigüenza (-Guadalajara), donde continúa ampliando su bagaje literario. 
A los 16 años le regalan su primera guitarra. A veces toca con un grupo amateur de la Escuela canciones de Los Bravos y Los Brincos. Toca canciones de Georges Moustaki, Jorge Cafrune, Joan  Baez, Massiel, el Dúo Dinámico...
Marcha a Madrid a estudiar Filosofía y Letras, rama de Literatura, al tiempo que comienza a cantar, sin ánimo aún de profesionalizarse. Continúa su formación como músico asistiendo a clases particulares. Su acervo poético aumenta con lecturas de Pablo Neruda, Blas de Otero, Luis Cernuda, José Ángel Valente y José Agustín Goytisolo entre otros. 

Para leer más de su biografía, haz clic AQUÍ






sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Cómo esbozamos un retrato de la vida y el carácter de una persona que hemos conocido?


Así lo dice Friedrich Nietzsche:



“¿Cómo esbozamos un retrato de la vida y el carácter de una persona que hemos conocido? En general, exactamente igual que como se esboza el de una región que hemos visitado alguna vez. Tenemos que representarnos sus particularidades fisonómicas: la naturaleza y forma de sus montes, la fauna y la flora, el azul del cielo; todo esto, en su conjunto, determina nuestra impresión. Pero, precisamente aquello que primero salta a la vista, la masa de las montañas, la forma de los roquedales, no proporciona en sí mismo el carácter fisonómico propio de una región: en distintas extensiones de tierra, como grupos que se atraen y se repelen, surgen según leyes idénticas idénticos tipos de montes, las mismas configuraciones de la naturaleza inorgánica. Algo distinto ocurre con la naturaleza orgánica. Sobre todo en el reino vegetal se encuentran los rasgos más sutiles para un estudio comparativo de la naturaleza.
Algo parecido sucede cuando queremos contemplar una vida humana y valorarla con justicia.
No debemos dejarnos guiar por los acontecimientos ocasionales, los dones de la fortuna, los giros caprichosos del destino, pues sólo son el resultado de la coincidencia de circunstancias externas que, similares a las cimas de las montañas, son las primeras que saltan a la vista. En cambio, precisamente aquellas experiencias mínimas, aquellos acontecimientos interiores a los que no damos importancia, son los que con más claridad muestran la totalidad del carácter de un individuo, pues se desarrollan orgánicamente según la naturaleza humana, mientras que los otros no le pertenecen, sólo están unidos con él de forma inorgánica.
Después de esta introducción parecerá como si yo deseara escribir un libro sobre mi vida. De ningún modo. Solamente quiero señalar cómo comprendo los acontecimientos vividos que narraré a continuación. Esto es, tal y como lo haría un apasionado naturalista que reconoce en sus colecciones de plantas y minerales, clasificadas según los distintos terrenos, la historia y el carácter de las que examina; en contraposición al niño ignorante que sólo ve en ellas piedras y plantas para jugar y divertirse y del utilitarista que las contempla orgullosamente con desprecio, ya que las considera inútiles al no servir ni para alimento ni para vestido.
Como planta, nací cerca del camposanto; como hombre, en la casa de un párroco de aldea.
¿Y a santo de qué ese tono tan profesoral? Puede ser, pero, en todo caso, no deseo excusarlo. ¿Qué más puede hacer una introducción para mejorar la vida que instruir, si la vida misma no instruye? Y estas noticias escuetas de mi vida ni podrán instruir ni entretener; son como piedras lisas; pero, en realidad, esas piedras son hermosas, con su coraza de musgo y tierra.
Al lado de la carretera comarcal que va desde Weißenfels hasta Leipzig y que pasa por Lützen, se halla la villa de Röcken. Se encuentra rodeada de sauces, álamos y olmos aislados, de modo que desde lejos sólo se ven sobresalir las elevadas chimeneas de piedra y el antiquísimo campanario sobre las verdes cimas. En el interior del pueblo hay anchos estanques separados unos de otros por estrechas franjas de tierra. En torno a ellos, verde frescor y nudosos sauces. Algo más arriba se encuentra la casa parroquial y la iglesia; la primera está rodeada de jardines y de prados arbolados.
Muy cerca se halla el cementerio, repleto de lápidas semienterradas y de cruces. Tres acacias majestuosas de amplias ramas dan sombra a la propia casa parroquial.
Aquí nací el 15 de octubre de 1844 y, a causa del día de mi nacimiento, se me bautizó con el nombre de «Friedrich Wilhelm». El primer acontecimiento que me conmocionó cuando aún estaba formándose mi conciencia fue la enfermedad de mi padre. Era un reblandecimiento cerebral. La intensidad de los dolores que sufría mi padre, la ceguera que le sobrevino, su figura macilenta, las lágrimas de mi madre, el aire preocupado del médico y, finalmente, los incautos comentarios de los lugareños debieron de advertirme de la inminencia de la desgracia que nos amenazaba. Y esa desgracia vino: mi padre murió. Yo aún no había cumplido cuatro años.
Algunos meses después, perdí a mi único hermano, un niño vivaz e inteligente que, presa de un ataque repentino de convulsiones, murió en unos instantes.
Así pues, tuvimos que abandonar nuestra tierra; al atardecer del último día jugué aún con muchos niños y me despedí de ellos, al igual que de todos mis lugares queridos. No pude dormir; nervioso y malhumorado daba vueltas en mi lecho hasta que, finalmente, me levanté. En el patio se cargaban varios carros; la tenue luz de una linterna iluminaba la escena. En cuanto amaneció se engancharon los caballos; partimos en medio de la bruma matinal hacia Naumburg, la meta de nuestro viaje. Aquí, al principio con timidez, luego algo más espabilado, pero siempre con la dignidad de un pequeño filisteo envarado, comencé a conocer la vida y los libros. En Naumburg aprendí también a amar la naturaleza representada en sus hermosos bosques, valles, castillos y fortalezas y a querer a los seres humanos en la persona de mis parientes y amigos.
Comenzó también la época del gimnasio y, con ella, los nuevos intereses y las nuevas inquietudes. Sobre todo fue entonces cuando germinó mi inclinación por la música, a pesar de que el comienzo de las clases casi contribuyó a erradicarla en sus raíces. Mi primer maestro fue un maestro de capilla, con todos los encomiables defectos de un maestro de capilla y, además, de uno jubilado, sin ningún mérito especial.
Finalmente, y con la debida lentitud de rigor, llegué a tercero. Ya era tiempo de salir del círculo materno, de desacostumbrarse por fin a esa rutina que es tan nefasta para la vida práctica. Poseía en mí la ciencia de algunas enciclopedias, todas mis posibles inclinaciones se habían despertado ya, escribía poemas y dramas horripilantes y mortalmente aburridos, me martirizaba con la composición de música sinfónica y se me había metido en la cabeza la idea de adquirir un saber y un poder universales, tanto que me hallaba en peligro de convertirme en un completo cabeza de chorlito y en un visionario.
Pforta
Por eso me vino muy bien, desde todos los puntos de vista, en calidad de alumno interno de la escuela provincial de Pforta, dedicarme durante seis años a concentrar mis fuerzas y dirigirlas hacia metas muy concretas.
Todavía no he dejado atrás esos seis años; sin embargo, puedo considerar ya maduros los frutos de este período, pues siento sus efectos en todo lo que actualmente emprendo.
Así pues, puedo mirar con agrado casi todo lo que me ha ocurrido, ya sean alegrías o penas; los acontecimientos me han conducido hasta ahora como a un niño.
Ya va siendo hora, tal vez, de tomar yo mismo las riendas de los acontecimientos y entrar de lleno en la vida.
Y de este modo el hombre se libera de todo aquello que lo encadena; no necesita dinamitar las rocas, sino que, inesperadamente, éstas caen por sí solas cuando un dios se lo ordena. Y ¿dónde está el grillete que al final aún le aprisiona?  ¿Es el mundo? ¿Es Dios?”

F.W. Nietzsche. Escrito el 18 de septiembre de 1863

Casa de Nietzsche - Sils María

Las fotografías no se encuentran en el escrito original, son parte de la edición de esta entrada.


Los años de la niñez. Nietzsche.


"Cuando somos adultos solemos acordarnos únicamente d elos momentos más significativos de nuestra primera infancia. Aunque yo no soy adulto todavía y apenas si he dejado a mis espaldas los años de infancia y pubertad, he olvidado ya muchas cosas de aquel tiempo, y lo poco que sé, probablemente sólo lo retengo porque lo he oído contar. Las hileras de años pasan volando ante mi vista como si se tratase de un confuso sueño. Por eso no puedo remitirme a alguna fecha concreta de los diez primeros años de mi vida. Sin embargo, aún poseo algo claro y vivo en mi alma, y eso es cuanto desearía, uniendo luces y sombras, plasmar en un cuadro. Pues, ¡qué instructivo es poder observar lo diverso del desarrollo de la inteligencia y el corazón y la omnipotencia de la Providencia Divina que los guía!"



miércoles, 12 de septiembre de 2012

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío. Miguel Hernández




Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.


Miguel Hernández




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Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!
Pablo Neruda


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BIOGRAFÍA
Nació el 30 de octubre de 1910 como segundo hijo varón en una familia de Orihuela dedicada a la crianza de ganado. Pastor de cabras desde muy temprana edad, Miguel fue escolarizado entre 1915 y 1916 en el centro de enseñanza «Nuestra Señora de Monserrat» y de 1918 a 1923 recibió educación primaria en las escuelas del Amor de Dios; en 1923 pasa a estudiar el bachillerato en el colegio de Santo Domingo de Orihuela, regentado por los jesuitas, los que le proponen para una beca con la que continuar sus estudios, que su padre rechaza. En 1925 abandonó los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo, aunque poco tiempo después cursa estudios de derecho y literatura. Mientras cuida el rebaño, Miguel lee con avidez y escribe sus primeros poemas.

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Sus restos fueron exhumados en 1984 debido a la muerte de su hijo Manuel Miguel el mismo año. Aquella exhumcación causó gran revuelo entre un grupo reducido de seguidores de Miguel, que se agolparon el día del entierro del hijo, llegando a besar su calavera o intentar robar un hueso. El ataúd fue preservado para exponerlo en la Casa-Museo de Miguel Hernández de Orihuela. 
En diciembre de 1986, los restos de ambos fueron trasladados a un terreno cedido por el Ayuntamiento de Alicante ubicado en el mismo cementerio y en febrero de 1987 fue enterrada junto a ellos la que fuera esposa de Miguel, Josefina Manresa. 









martes, 11 de septiembre de 2012

El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el Superhombre.



"Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló. Luego habló así: 
El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, -una cuerda sobre un abismo.



Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mira
r atrás, un peligroso estremecerse y pararse.



La grandeza del hombre está en ser un puente v no una meta: lo que en el hombre se puede amar que es un tránsito y un ocaso.



Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que pasan al otro lado.



Yo amo a los grandes despreciadores, pues ellos son los grandes veneradores, y flechas del anhelo hacia la otra orilla.



Yo amo a quienes, para hundirse en su ocaso y sacrificarse, no buscan una razón detrás de las estrellas: sino que se sacrifican a la tierra para que ésta llegue alguna vez a ser del superhombre.



Yo amo a quien vive para conocer y quiere conocer para que alguna vez el superhombre viva. Y quiere así su propio ocaso.



Yo amo a quien trabaja e inventa para construirle la casa al superhombre y prepara para él la tierra, el animal y la planta: pues quiere así su propio ocaso.



Yo amo a quien ama su virtud: pues la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del anhelo.



Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente.



Yo amo a quien de su virtud hace su inclinación y su fatalidad: quiere así, por amor a su virtud, seguir viviendo y no seguir viviendo.



Yo amo a quien no quiere tener demasiadas virtudes. Una virtud es más virtud que dos, porque es un nudo más fuerte del que se cuelga la fatalidad.



Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir agradecimiento ni devuelve nada: pues él regala siempre y no quiere conservarse a sí mismo.



Yo amo a quien se avergüenza cuando el dado, al caer, le da suerte, y entonces se pregunta: ¿acaso soy yo un jugador que hace trampas? - pues quiere perecer.



Yo amo a quien delante de sus acciones arroja palabras de oro, y cumple más de lo que promete: pues quiere su ocaso.



Yo amo a quien justifica a los hombres del futuro y redime a los del pasado: pues quiere perecer a causa de los hombres del presente.



Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios: pues tiene que perecer por la cólera de su dios.



Yo amo a aquel cuya alma es profunda incluso cuando se le hiere, y que puede perecer a causa de una pequeña vivencia: pasa así de buen grado por el puente.



Yo amo a aquel cuya alma está tan llena que se olvida de sí mismo, y todas las cosas están dentro de él: todas las cosas se trasforman así en su ocaso.



Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso. 



Yo amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen una a una de la oscura nube suspendida sobre el hombre: ellos anuncian que el rayo viene, y perecen como anunciadores.



Mirad, yo soy un anunciador del rayo y una pesada gota que cae de la nube: mas ese rayo se llama superhombre."

Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzsche



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Übermensch (traducido como Superhombre, Suprahombre, Sobrehombre o Transhombre) según Friedrich Wilhelm Nietzsche, es una persona capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder. 
Una de las ideas que ha defendido con mayor interés, es que los valores tradicionales representados por el cristianismo someten a las personas más débiles a una "moralidad esclava", que no provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia todo lo que sucede a su alrededor. Para él, esos valores tienen que desparacer para que aparezcan otros nuevos que representen su prototipo de hombre ideal, al que el mismo llamó Übermensch. 
La característica principal del Superhombre es su necesidad de la vida; éste valora ante todo la vida terrena: el placer, las pasiones, la victoria, el impulso de superación... por eso rechaza la tradicional moral cristiana de humildad, caridad y fe. 
El Superhombre sabe que solo vive en esta tierra y en este momento, por lo que renunciar a cualquier cosa en favor de una vida mejor tras la muerte es para él algo absurdo. Para el Superhombre el momento debe vivirse con total intensidad.

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domingo, 2 de septiembre de 2012

Frédéric Chopin.


(Fryderyk Franciszek Chopin; Zelazowa Wola, actual Polonia, 1810-París, 1849) Compositor y pianista polaco. Si el piano es el instrumento romántico por excelencia se debe en gran parte a la aportación de Frédéric Chopin: en el extremo opuesto del pianismo orquestal de su contemporáneo Liszt –representante de la faceta más extrovertida y apasionada, casi exhibicionista, del Romanticismo–, el compositor polaco exploró un estilo intrínsecamente poético, de un lirismo tan refinado como sutil, que aún no ha sido igualado. Pocos son los músicos que, a través de la exploración de los recursos tímbricos y dinámicos del piano, han hecho «cantar» al instrumento con la maestría con qué él lo hizo. Y es que el canto constituía precisamente la base, la esencia, de su estilo como intérprete y como compositor.

Hijo de un maestro francés emigrado a Polonia, Chopin fue un niño prodigio que desde los seis años empezó a frecuentar los grandes salones de la aristocracia y la burguesía polacas, donde suscitó el asombro de los asistentes gracias a su sorprendente talento. De esa época datan también sus primeras incursiones en la composición.

Wojciech Zywny fue su primer maestro, al que siguió Jozef Elsner, director de la Escuela de Música de Varsovia. Sus valiosas enseñanzas proporcionaron una sólida base teórica y técnica al talento del muchacho, quien desde 1829 emprendió su carrera profesional como solista con una serie de conciertos en Viena.
El fracaso de la revolución polaca de 1830 contra el poder ruso provocó su exilio en Francia, donde muy pronto se dio a conocer como pianista y compositor, hasta convertirse en el favorito de los grandes salones parisinos. En ellos conoció a algunos de los mejores compositores de su tiempo, como Berlioz, Rossini, Cherubini y Bellini, y también, en 1836, a la que había de ser uno de los grandes amores de su vida, la escritora George Sand.
Por su índole novelesco y lo incompatible de los caracteres de uno y otro, su relación se ha prestado a infinidad de interpretaciones. Se separaron en 1847. Para entonces Chopin se hallaba gravemente afectado por la tuberculosis que apenas dos años más tarde lo llevaría a la tumba. En 1848 realizó aún una última gira de conciertos por Inglaterra y Escocia, que se saldó con un extraordinario éxito.

Excepto los dos juveniles conciertos para piano y alguna otra obra concertante (Fantasía sobre aires polacos Op. 13Krakowiak Op. 14) o camerística (Sonata para violoncelo y piano), toda la producción de Chopin está dirigida a su instrumento musical, el piano, del que fue un virtuoso incomparable. Sin embargo, su música dista de ser un mero vehículo de lucimiento para este mismo virtuosismo: en sus composiciones hay mucho de la tradición clásica, de Mozart y Beethoven, y también algo de Bach, lo que confiere a sus obras una envergadura técnica y formal que no se encuentra en otros compositores contemporáneos, más afectos a la estética de salón.
La melodía de los operistas italianos, con Bellini en primer lugar, y el folclor de su tierra natal polaca, evidente en sus series de mazurcas y polonesas, son otras influencias que otorgan a su música su peculiar e inimitable fisonomía.
A todo ello hay que añadir la propia personalidad del músico, que si bien en una primera etapa cultivó las formas clásicas (Sonata núm. 1, los dos conciertos para piano), a partir de mediados de la década de 1830 prefirió otras formas más libres y simples, como los impromptus, preludios, fantasías, scherzi y danzas.
Son obras éstas tan brillantes –si no más– como las de sus predecesores John Field y Carl Maria von Weber, pero que no buscan tanto la brillantez en sí misma como la expresión de un ideal secreto; música de salón que sobrepasa los criterios estéticos de un momento histórico determinado. Sus poéticos nocturnos constituyen una excelente prueba de ello: de exquisito refinamiento expresivo, tienen una calidad lírica difícilmente explicable con palabras.

Información extraída de Biografías y Vidas



Una pieza musical de Chopin maravillosa. "Tristesse"