Así comenzó la reflexión, recordando el título del libro de Mario Benedetti. "La vida, ese paréntesis" y algún que otro hecho de la vida cotidiana.
Ese paréntesis que se abre el día en que nacemos, el día en que asomamos al mundo por primera vez, dejando el nido tibio del vientre de mamá, para empezar un camino que es siempre a descubrir, en cada hora, en cada día, en cada año.
Ese paréntesis que se cierra, que se cerrará el día final, cuando en el adiós de los seres queridos, en alguna lágrima quizás, la luz de la vida se apague para siempre, el telón se cierre, y abandonemos el mundo, entrando lentamente en el territorio desconocido de los recuerdos de otros.
El día del cumpleaños. Nunca es un día como cualquier otro. Quizás algunos lo disfrutan mucho, quizás otros quieren pasarlo por alto. La singularidad de cada uno vestirá de diferentes matices este día. Expectativa, alegría, tristeza, melancolía, recuerdos y anhelos, deseos, proyectos por cumplir... Tantos sentimientos pueden caber en este día!
El simple hecho de las dos posibilidades que caben el día del cumpleaños, ya sea la alegría de festejar o la necesidad de no hacerlo, ya el simple hecho de elegir una u otra, hacen inevitablemente, que este día no sea igual a cualquiera.
Creo que cumplir años, es realmente el verdadero festejo de año nuevo.